miércoles, 20 de mayo de 2009 en 18:22

Infidelidad

“De la muerte y de los cuernos no se salva nadie”, reza el refrán  popular que de tanto en tanto se escucha. Ahora bien, ser un Don Juan, un pirata, un pata de lana, un mujeriego o un gorreador no es tarea sencilla, ya que puede generar altos grados de estrés. Txt Victoria Bianco

Lo que parece ser un simple revolcón es también estresante para el infiel. Poner los cuernos no es fácil, si bien ge-nera mucha adrenalina, vuelve paranoico al pecador, pues debe hacer malabares para borrar todo tipo de huellas. Preservativos bien escondidos, férreo control de gastos, amigos cómplices, viajes relámpagos de laburo y “cansancio extremo” motivado por el exceso de trabajo forman parte de los  ritos cotidianos que cumple un infiel si quiere que nada se note. 

La vida de un infiel se resume a andar de trampas. Y ello es tanto para hombres como para mujeres, aunque estas estadísticas cuestionan cuál es realmente el sexo débil: el hombre es un 70 % más flojito de calzón que la mujer.

 

Tres es un estrés

Fumar mucho, masticar algo todo el tiem-po y mirar mil veces para el mismo lado son algunas señales alarmantes. Para el cazador de piratas, el infiel se vuelve un poco paranoico. “Los hombres suelen llegar al estacionamiento y en vez de subir a su auto prefieren tomar un taxi por si los siguen. Las mujeres caminan y miran para atrás cada dos metros con la idea de que su pareja puede estar ahí. Pero en realidad los que las seguimos somos detectives”, cuenta Raúl Di Nucci, gerente de la agencia Cie Investiga, una empresa que sigue más de 23 “sujetos en adulterio” por mes.

 

Para la mayoría de los infieles no interesa tanto con quién poner los cuernos, sino el hecho de hacerlo, ya que la motivación está volcada en la adrenalina que genera. “Imaginate lo excitante que es tener sexo con alguien que está prohibido, y a eso sumale la chance de ser descubierto. Imposible no hacerse adicto”, grafica la sexóloga Mirta Pitrani.

 

Sabuesos no, instinto femenino

Sin dudas, las mujeres son más prolijas, no se dejan llevar sólo por el impulso sino que estudian y acomodan el terreno antes de llegar a la acción. Tal vez por el sentimiento de culpa, o quizá por su natural instinto de protección a la familia, hacen todo de una manera minuciosa, difícilmente detectada por el cornudo.

En tanto que el hombre, al ser más racional que emocional, y sobre todo al tener su poder repartido en dos cabezas, la mayoría de las veces se ve desbordado por el impulso y deja señales a la vista. Lo reconoce Joaquín Sabina: “Los hombres engañan más, las mujeres mejor”.

 

Es así como ellas descubren los engaños, en la mayoría de los casos, no por actuar como detectives, sino por las desprolijidades que comete el hombre. “Genética y funcionalmente, las mujeres son más perceptivas y observadoras. Entonces, se dan cuenta que son traicionadas por los descuidos de sus parejas. Mientras que los hombres descubren la infidelidad cuando las mujeres ya quieren separarse”, diferencia Pitrani.


Imaginate lo excitante que es tener sexo con alguien que está prohibido, y a eso sumale la posibilidad de ser descubierto. Imposible no hacerse adicto”

 ¿Y entonces qué nos queda?

Existen aquellos que eligen formar parejas abiertas en las cuales esposos, novios,  amantes e hijos se conocen y hasta comparten buenos momentos juntos. Sus defensores aseguran que este tipo de relaciones, también comprometidas, podrían ser una manera de superar cuestiones de infidelidades. “Los polienamorados, tal cual los llaman, están liberados del peso de votos matrimoniales. Son fieles a sus convicciones sin necesidad de usar la mentira, que es la parte más dolorosa de todo engaño”, asegura Pitrani.

Sin embargo, en parte gracias a la forma vincular posesiva aprendida en la cultura occidental, pocos son capaces de mantener este tipo de relaciones. Aunque según las evidencias, las parejas de los polienamorados pueden durar igual cantidad de tiempo que la de los monógamos.

 

Entonces, a pesar de ser una elección apta para una minoría, esta costumbre podría convertirse en una alternativa a la monogamia. Después de todo, el que avisa no traiciona.

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